EFECTOS COVICHO




Es posible que los efectos del Covid-19 tengan que ver con un devenir alemán? Me refiero al alemán promedio. 

No dejo de pensar que pasado un tiempo considerable de cuarentena, el posible devenir sea alemán. Si sí. Alemanes pero sin sostén económico. Zombis mal sobornados. Alemanes en cuanto a conductas. Cada vez más adoctrinados, más alcahuetes, más distantes, más fríos, pero mejor ciudadanos. Adictos a las normas. Aunque bien que fuera de su territorio no se comportan así, quizás eso también imitaríamos. Portarse bien en casa e ir a hacer lo que quiero por ahí. A infringir las reglas a otro lado. 

Este es el escenario: todas las nuevas normas sociales a los largo de los territorios occidentalizados se asemejan a las formas habituales de por acá. 

Saludarse de lejos, mirar con desconfianza a quien tiene un resfrío, llamar a la policía si alguien infringe la cuarentena, si no lleva máscara, si no se puede resolver un conflicto, si hay un desacuerdo, si hablan muy fuerte en el transporte público, si la música está alta, si el perro no tiene correa.

Creer siempre tener la razón sólo porque serían los que más respetan las normas, los que se quedan adentro cuando se debe, los más civilizados, los más cultos, respetan el semáforo. Devotos de las normas.

Gozar del distanciamiento social, de no tocarse, de no besarse, de no abrazarse. Visitar amigxs solo con citas previas, coordinadas mucho tiempo antes, como si fuera al dentista o al gastroenterólogo. Nada de tocar el timbre al pasar, NADA realmente es espontáneo. Participar de manifestaciones por las calles asignadas los fines de semana, como una procesión a la Virgen de Luján. 

Vivir con miedo. Miedo a ser multado, miedo de perder la propiedad privada, miedo a un virus con propaganda estatal. 

Vamos a pactar más que nunca con el sistema o con quien no esté dando esta existencia zombificada.


Me dijeron que este texto tenía un mensaje de odio por lo que no se podía publicar. 
Así que lo reescribí un poco:





¿Qué posibles efectos del covicho pueden pensarse?

Dejando de un lado las cuestiones mayores como un genocidio a cuestas y cambios tanto a nivel político como económico, la pandemia podría dejarnos también, secuelas culturales. 

No dejo de pensar que, pasado un tiempo considerable de cuarentena, de primera ola, segunda ola y quien sabe qué más vendrá, un posible devenir sea completamente zombi. Si sí. Seres automáticos. Zombis mal sobornados. Zombis en cuanto a conductas. Cada vez más adoctrinados, más alcahuetes, más distantes, más fríos, más antisociales pero adictos a las normas. Si, todavía más. 

Esto no es una apología al negacionismo, a salir a las calles a conglomerarse con gente a las fiestas clandestinas, a no cuidar y no cuidarse, a no aceptar que hay un virus dando vueltas y que está arrasando con la población a niveles mundiales. No. Es sólo una propuesta a pensar qué quedará culturalmente después de este ajuste capitalista que, mientras desecha a algunos, corrige a otros. 

Este es un posible escenario: todas las nuevas normas sociales a los largo de los territorios occidentalizados se asemejan a las formas habituales  y rígidas ya establecidas hace tiempo por acá, en los epicentros de Occidente. Y pareciera que cuanto más al norte, más rígidas. 

Saludarse de lejos, mirar con desconfianza a quien tiene un resfrío, llamar a la policía si alguien infringe la cuarentena, si no lleva máscara, si no se puede resolver un conflicto, si hay un desacuerdo, si hablan muy fuerte en el transporte público, si la música está alta, si el perro no tiene correa.
Creer siempre tener la razón sólo porque serían los más civilizados, los más ricos, los que más respetan las normas, los que se quedan adentro cuando se debe, los más cultos, respetan el semáforo. Devotos de las normas.

Se redoblan los tambores de la occidentalización. 

Gozar del distanciamiento social, de no tocarse, de no besarse, de no abrazarse. Visitar amigos solo con citas previas, coordinadas mucho tiempo antes, como si fuera al dentista o al gastroenterólogo. Nada de tocar el timbre al pasar, NADA realmente es espontáneo. Participar de manifestaciones por las calles asignadas los fines de semana, como una procesión a la virgen de luján. Familiarizarse con el toque de queda. No salir excepto para hacer las compras. 
Vivir con miedo. Miedo a ser multado, a perderlo todo, miedo a un virus con propaganda estatal. 

No festejar. No festejar nunca más un cumpleaños. Las reuniones son recuerdos de otras épocas. Morir aislados. 

¿Vamos a pactar más que nunca con los estados, las multinacionales que fabrican las vacunas a cambio de glaciares, o con quien no esté dando esta existencia cada vez más zombificada? La pregunta en realidad es si tenemos otra opción. 








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